Siempre he considerado los pares de pendientes muy semejantes a las parejas de amantes. Largos, cortos, hippies, horteras, recargados, sencillos, de colores chillones, monocromáticos, la diversidad es tan grande como las tipologías de relaciones que conozco. Pero tienen algo en común, están destinados a estar juntos, aunque a veces, quizás demasiadas veces, no es para siempre.
Cuando encuentro un pendiente
sólo, tirado en el suelo, pienso “es él el que ha decidido ver otros mundos,
adornar otras orejas o experimentar que se siente estando sólo”. Pero cuando es
uno de mis pendientes el que desaparece, miro al otro con tristeza, él es sin
duda el abandonado.
0 comentarios:
Publicar un comentario